miércoles, 27 de marzo de 2013

Mercados, no Capitalismo: Introducción

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dont tread on meLos anarquistas de mercado creen en los intercambios de mercado, no en el privilegio económico. Creen en el los mercados libres, no en el capitalismo. Lo que los hace anarquistas es su ideal: el de una sociedad totalmente libre y consensual  Una sociedad en la que se llegue al orden no a través de fuerzas legales o gobiernos político, sino a través de acuerdos libres y cooperación voluntaria sobre una base de igualdad. Lo que los hace anarquistas de mercado es que reconocen a los intercambios hechos en el libre mercado como un medio vital para lograr un orden social anárquico y pacífico. Pero los mercados que se imaginan no son como los mercados llenos de privilegios y favoritismos que vemos hoy. Los mercados que funcionan bajo el telo gubernamental y capitalista están impregnados de pobreza, destrucción ambiental, desigualdades radicales y concentración de poder en corporaciones, jefes y terratenientes. El consenso es que esa explotación (ya sea de seres humanos o de la naturaleza) es simplemente el resultado natural de los mercados sin control. El consenso sostiene que la propiedad privada, la competición y el fin de lucro deben, necesariamente, ya sea para bien o para mal, llevar a trabajos asalariados en entornos capitalistas, a la concentración del poder económico y social en unos pocos o a prácticas empresariales que se basen en el crecimiento sin miras a las consecuencias.


Los anarquistas de mercado no están de acuerdo. Dicen que el problema social del privilegio económico es real y persiste en el tiempo, pero que el problema no es un problema de la propiedad privada, de la competición o del lucro per se. No es un problema del sistema de mercados si no de los mercados deformados: deformados por la larga sombra de injusticias y el continuo uso del privilegio legal en nombre del capital. La tradición anarco-mercadista es radicalmente pro-mercado y anti-capitalista. Eso refleja su constante mira en el profundamente político poder de las compañías, en la dependencia de las élites económicas en la tolerancia o incluso apoyo del estado, en las barreras permeables entre las élites políticas y las económicas y en la aceptación cultural de las jerarquías establecidas y mantenidas por la violencia legislada y perpetrada por el estado.




El sistema de mercados


Este libro fue escrito con la intención de ser una introducción extensa a la teoría social y económica del anarquismo de mercado de izquierda. El anarquismo de mercado es un movimiento social radical, individualista y anticapitalista. Como muchos otros anarquistas, los anarquistas de mercado son partidarios radicales de la libertad individual y del consentimiento en todos los aspectos de la vida social. Así, rechazan todas las formas de dominación y gobernación, ya que las toman como invasiones a la libertad y una violación a la dignidad humana. La contribución distintiva que hace el anarquismo de mercado al pensamiento anarquista es su análisis de los mercados como un componente central de una sociedad con libertad e igualdad que la traspase en todas sus capas. La comprensión de las posibilidades revolucionarias inherentes a las relaciones de mercado libre de privilegios gubernamentales y capitalistas, y su mirada a las estructuras de privilegio político y control que deforman el mercado existente y mantienen la explotación a pesar de las tendencias naturalmente equilibrantes de los procesos de mercado. Ya que se hace una distinción clara entre los sistemas de mercado en sí y las características económicas del capitalismo existente, es importante que distingamos las características clave de los mercados así como los comprenden los anarquistas de mercado. Las relaciones sociales que los anarquistas de mercado defienden y esperan librar de cualquier forma de control gubernamental, son relación basadas en:





  1. posesión de la propiedad, especialmente posesión descentralizada e individual, no solo de las posesiones personales pero también de la tierra, hogares, recursos naturales, herramientas y bienes de capital.




  2. intercambio voluntario de bienes y servicios, por individuos o grupos, en espera del beneficio mutuo.




  3. libre competición entre todos los compradores y todos los vendedores; en precio, calidad y en todo otro aspecto, sin ninguna restricción o imposición ex ante.




  4. descubrimientos empresariales, llevados a cabo no solo para competir en mercados existentes sino para descubrir y desarrollar nuevas oportunidades para el beneficio social o económico; y




  5. orden espontáneo, visto como una fuerza positiva en la que las negociaciones, intercambios y emprendimientos descentralizados convergen para llegar a proyectos de gran escala sin, o más allá de la capacidad de, cualquier plan deliberado o explícito para el desarrollo social o económico.




Los anarquistas de mercado no limitan la propiedad a la posesión, o a la posesión común o colectiva, pero no excluyen estos tipos de posesión: insisten en la importancia del contrato, de los intercambios de mercado y del motivo de lucro para lograr una competición libre y emprendedora. No solo toleran, sino que celebran la coordinación no planeada, espontánea, que los marxistas ridiculizan como "la anarquía de la producción social". Pero los anarquistas de mercado de izquierda también son radicalmente anticapitalistas, y rechazan la idea común tanto a la izquierda anti-mercado y a la derecha pro-capitalista de que estas cinco características del mercado lleven acarreadas un orden social donde existan jefes, terratenientes, corporaciones centralizadas, explotación de clases, violencia en los negocios, obreros en miseria, pobreza estructural o desigualdad en gran escala. Insisten, en cambio, en cinco propiedades de los mercados y la libertad:





  • La tendencia centrífuga de los mercados: los anarquistas de mercado ven a los mercados libres, bajo condiciones de libre competencia, como herramientas que tienden a dispersar la riqueza y disolver las fortunas, con un efecto centrifugal en los ingresos, los títulos de propiedad, la tierra y el acceso al capital, en vez de como concentradores de riqueza en las manos de una élite. Los anarquistas de mercado no reconocen ningun limite de jure en la cantidad de riqueza que una persona pueda tener, pero creen que la realidad social y económica ponen presiones mucho más rigurosas de facto en contra de riquezas impensables de lo que cualquier restricción de jure pueda lograr.




  • Las posibilidades radicales de los mercados en el activismo social: los anarquistas de mercado también ven a los mercados liberados como un espacio no solo para el comercio con fines de lucro, sino también un espacio para la experimentación social y el activismo. Imaginan unas "fuerzas de mercado" que incluyen no solo la búsqueda de ganancia monetaria, sino también los beneficios de la solidaridad, la mutualidad y la sustentabilidad. Los "procesos de mercado" pueden (y deben) incluir  esfuerzos conscientes y coordinados para concientizar,  cambiar movimientos económicos y tocar problemas como la igualdad económica y la justicia social a través de la acción no violenta.




  • El rechazo a las relaciones económicas del estado: los anarquistas de mercado distinguen tajantemente entre la defensa de las formas del mercado y la retórica defensiva para las formas de distribución de riqueza existentes, pues estas últimas casi nunca emergieron de un mercado libre, sino del gobierno, de la reglamentación y del mercado lleno de favoritismos que tenemos hoy. Ven los problemas en cuanto a la distribución de la riqueza y la división de clases como serios y genuinos, pero no como problemas del mercado en sí: no son problemas del mercado sino problemas de propiedad y de coordinación.




  • La regresividad de las regulaciones: los anarquistas de mercado ven problemas de coordinación (problemas por alguna interrupción artificial, destructiva, política de la libre operación y competición) como resultado de un continuo y aún existente privilegio legal de los capitalistas y otros intereses económicos; a costa de los negocios más pequeños y la clase obrera.




  • Despojo y rectificación: los anarquistas de mercado ven al privilegio económico, en parte, como el resultado de una serie de problemas con la posesión (problemas con una distribución no natural, destructiva y política de los títulos de propiedad). Estos problemas fueron producidos por una historia de despojo y expropiación política, infligida en todo el mundo por medio de la guerra, el colonialismo, la segregación, la nacionalización y la cleptocracia. Los mercados no son vistos como libres en su máxima expresión mientras estén oscurecidos por la sombra de los robos en masa o la negación de la posesión; y enfatizan la importancia de rectificar las injusticias pasadas, como la políticas de "privatización" de los recursos del estado.




La tradición anarco-mercadista


Los primeros pensadores anarquistas, como Josiah Warren o Pierre-Joseph Proudhon enfatizaban en las positivas y armónicas características de las relaciones de mercado cuando eran conducidas en un contexto de igualdad. Con Proudhon, por ejemplo, escribiendo que la revolución social aboliría el "sistema de leyes" y el "principio de autoridad" para reemplazarlo con el "sistema contractual".


Basándose en las concepciones de Warren y Proudhon sobre el uso de los contratos y el intercambio, varias ramas de anarquismo de mercado han surgido repetidamente dentro de los círculos anarquistas, caracterizados por sus crisis, colapsos, interrupciones y resurgencias. La historia es compleja pero puede ser dividida en tres periodos principales representados en este texto: (i) una "primera ola", representada principalmente por "anarquistas individualistas" y "mutualistas" como Benjamin Tucket, Voltarine de Cleyre y Dyer Lum, que vivió desde la guerra civil estadounidense (1861-1865) hasta 1917, aproximadamente; (ii) una "segunda ola", coincidente con la radicalización de los libertarios americanos, previamente pro-capitalistas y el resurgimiento del anarquismo como una familia de movimientos sociales durante el radicalismo de los '60 y '70; y (iii), una "tercer hola", desarrollada como una rama disidente del círculo anarquista de los '90.


A pesar de las diferencias, cada ola ha revivido la literatura de la anterior y se basa explícitamente en sus ideas y temas. En general, eso llevó a una unión en su defensa de las relaciones de mercado y su particular énfasis en las posibilidades revolucionarias inherentes a los sistemas de mercado, cuando son liberados de las instituciones de privilegio legales y sociales.


El anticapitalismo de los individualistas de la "primer ola" era obvio para ellos y para muchos de sus contemporáneos. Benjamin Tucker argumentó que cuatro monopolios, o grupos de privilegios concedidos por el estado, eran responsables por el poder de la élite: el monopolio de las patentes, el monopolio de facto de la tierra creado por el estado al repartir en base a sangre y defender títulos injustos, el monopolio del dinero y el crédito y los privilegios monopólicos creados por las tarifas. Los ricos dependen de estos monopolios: si se los elimina, el poder de la élite se disolvería.


Tucker estuvo siempre comprometido con la causa obrera, defendiendolos en los conflictos con capitalistas. Siempre se identificó con el movimiento socialista. Pero no estaba de acuerdo con Marx y otros en lo que respecta a mercados. Él creía que las relaciones de mercado podían ser fructíferas y no-abusivas siempre que los instrumentos de distorsión del mercado conferidos por los cuatro monopolios sean eliminados.


El radicalismo de Tucker y de sus compañeros y de la rama del anarquismo a la que dieron luz es, quizás, menos entendible ahora que en su tiempo. Tal vez, en parte porque sus disputas con otros anarquistas y las críticas de estos han influenciado la idea de muchos sobre él. También, innegablemente, es una consecuencia de laidentificaciónn de mucho de sus descendientes ideológicos con el libertarianismo de derecha, amantes de las corporaciones y de la dominación social.


Aunque hubo notables excepciones, los libertarios de mercado del siglo XX generalmente no miraban con malos ojos a las corporaciones, ignoraban o racionalizaban el abuso a los obreros y trivializaban o incluso simpatizaban con las jerarquías económicas y sociales. Mientras que muchos adherían a las críticas hechas por Tucker y otros individualistas al estado, frecuentemente pasaban por alto o rechazaban las implicaciones radicales de los análisis basados en clases y estructuras de injusticia hechos por los primeros individualistas. En resumen: hubo pocas voces entusiastas para el individualismo anticapitalista durante la primera mitad del siglo XX.


La variante más radical del libertarianismo de mercado que produjo el movimiento libertario, que fue representada por pensadores como Murray Rothbard y Roy Childs, usualmente no adhería a la posición anticapitalista del individualismo y el mutualismo, sino a una posición conocida como "anarco-capitalismo". La sociedad libre del futuro que imaginaban era una sociedad de mercado, pero una donde las relaciones de mercado no hubiesen cambiado tanto de lo que conocemos hoy, en vez de desencadenar formas de organización económica competitivas, lo cual puede cambiar radicalmente el mercado desde abajo hacia arriba.


Pero en la "segunda ola" de los '60, la familia de movimientos sociales anarquistas, (revivida por al anti-autoritarismo y la contracultura de "La Nueva Izquierda"), y los radicales anti-guerra entre los libertarios comenzaron a descubrir y republicar los trabajos de los mutualistas y otros individualistas. Los "anarco-capitalistas" como Rothbard y Childs comenzaron a cuestionar la alianza histórica del libertarismo con la Derecha, y a abandonar la defensa a las grandes compañías y al capitalismo existente para pasar a mirar con buenos ojos al más consistente anarquismo de mercado. Quizás el ejemplo más visible y dramático fue al adhesión de Karl Hess al nuevo radicalismo de Izquierda, y el abandono de su posición capitalista para favorecer a pequeños mercados comunales. Para el 1975, el que solio escribirle los discursos a Goldwater declaró: "He perdido mi fe en el capitalismo" y "Estoy en contra del estado-nación capitalista", observando que se "había alejado de la religión del capitalismo".


La "segunda ola" fue seguida por un segundo bajón, para el anarquismo en general pero particularmente para el anarquismo de mercado. Para los finales los '70 y principios de los '80, la tendencia anticapitalista entre los libertarios de mercado había casi desaparecido o sido acallada por los mensajes pro-capitalistas de institutos "libertarios" como el Cato Institute o los líderes del Partido Libertario. Pero con el final de la Guerra Fría, la modificación de las coaliciones políticas y la "salida del closet" de una tercer ola de anarquistas en los '90, el escenario intelectual y social fue armado para que el anarquismo anticapitalista de mercado resurja.


Para principios del siglo XXI, los descendientes anticapitalistas de los individualistas habían crecido en numero, influencia política y visibilidad.Compartían con los primeros individualistas la convicción de que los mercados no tenían porqué ser abusivos. Al mismo tiempo, se había elaborado y defendido la versión libertaria del análisis de clases que extendió la lista de monopolios de Tucker y remarcó la intersección de privilegios concedidos por el estado con la expropiación sistemática y otra gran cantidad de problemas ecológicos y culturales. Se enfatizó el hecho de que, si bien los mercados genuinamente libres (liberados) podían darle poder a los obreros, las transacciones que ocurrían en un contexto agujereado por injusticias pasadas y presentes eran, y aquí no hay sorpresa, debilitantes y opresivas. Pero el problema, decían los nuevos individualistas (así como sus predecesores), no estaba en los mercados, sino en el capitalismo: en el dominación social de la élite económica por medio del estado. La solución, entonces, es la abolición del capitalismo a través de la eliminación de los privilegios legales, incluyendo los privilegios requeridos para la protección de bienes y tierras robadas.


Los nuevos individualistas han criticado por igual a los estatistas conservadores, a los progresistas y a los libertarios de derecha que usan la retórica del mercado para legitimar los privilegios de las corporaciones. La crítica agresiva hacia este tipo de "libertarismo vulgar" ha señalado que las relaciones económicas existentes están plagadas de injusticia y que muchas veces se pide libertad solo para intentar preservar la libertad de las élites de conservar la riqueza obtenida a través de la pasividad o la participación activa y violenta del estado.



El hábitat natural de los anarquistas de mercado


Este libro no habría sido posible sin Internet. Los lectores de "Mercados, no Capitalismo" van a notar rápidamente que los artículos no se leen como capítulos de un libro ordinario. Muchos de ellos son cortos. Muchos de ellos comienzan en la mitad de un diálogo (una de los inicios más comunes es "en la última publicación  de X, Y dijo que..."). Las artículos más nuevos fueron escritos para la web, como posts. Se refieren constantemente a posts antiguos o a discusiones viejas, y frecuentemente comentan sobre cosas escritas por otros en otros medios. Aunque los artículos han sido reestructurados para encajar en un libro, muchos se leen aún como los posts que alguna vez fueron.


Pero esto no es simplemente una característica propia redes sociales. La historia del individualismo y el mutualismo está plagada de publicaciones efímeras, diarios y revistas de poca duración y panfletos auto-publicados. El más famoso de estos medios fue sin duda Liberty, de Benjamin Tucker, que fue desde el 1881 hasta el 1908, pero también vale destacar publicaciones como el Twentieth Century, de Hugh Pentecost. También hubo medios con la "segunda ola" anarquista: Left and Right, de 1965 a 1968 y Libertarian Forum (1969-1984). Todas estas eran cortas, pero publicadas frecuentemente. Sus artículos eran críticos, no tan analíticos., más idiosincrásicos que técnicos. Muchas veces las fuentes eran los mismos debates que se armaban entre los mismos anarquistas. Si no había un interlocutor disponible, el autor podría, como en "The Individualist and the Communist: A Dialogue" (Cleyre y Slobodinsky), inventar uno. El libro más famoso de la "primer ola" (Instead of a Book, by a Man Too Busy to Write One, de Tucker) es simplemente una colección de pequeños artículos de su periódico Liberty. Los intercambios que se hacian por estas vías tenían mucho que ver con lo que hoy podríamos ver en blogs, pero eso tiene sentido: los blogs son simplemente las prensas pequeñas e independientes de nuestros días.


La prensa independiente ha proveído un hábitat natural para que la escritura de los anarquistas pueda florecer . En cambio, los liberales y los marxistas prefieren las declaraciones, los manifiestos y los tratados complicados para hacer lo mismo. Por qué es este el caso es una pregunta muy grande, digna de explorar pero que se aleja del objetivo de esta introducción.  Sin embargo, es digno de notar que el anarquismo de mercado emergió siempre como un proyecto crítico y experimental, generalmente dentro del seno de otros movimientos.


El anarquismo de mercado busca observar el comportamiento social, no por medio de la ley o del dogma, sino permitiendo el libre intercambio de ideas y proyecto, buscando las consecuencias inesperadas de algunas ideas tomadas como obvias, metiéndose en un interminable proceso de experimentación y descubrimiento que permite la constante puesta a prueba de ideas e instituciones.


El anarquista revolucionario y mutualista Dyer D. Lum (1839-1893) escribió en "The Economics of Anarchy" que la característica que definía al anarquismo de mercado era la "plasticidad" de los acuerdos sociales y económicos, contrastando con la "rigidez" que tienen los esquemas económicas de dominación estatista o comunista. La misma esencia de las ideas anarco-mercadistas ha llevado a los anarquistas a escribir donde escriben. O quizás es el caso que la forma de escribir  sea lo que permitió a la sustancia de la escritura existir: es decir, que las ideas mercado-anarquistas se expresan mejor y más naturalmente en forma de diálogos, en vez de monólogos. El valor de la espontaneidad, la exploración y la competencia quizás sean tan esenciales a la formación de las ideas anarco-mercadistas en papel como lo son para la implementación de esas ideas en el mundo real.


Si ese es el caso, entonces esto artículos deben ser leídos sabiendo que, en algunos casos, se los han extraído de su ambiente original. Los hay trabajos más largos y explicativos, pero la mayoría fueron extraídos como partes de discusiones y proyectos que aún estaban llevandose a cabo. Los hemos recolectado, en una antología, como servicio para el estudiante, el investigador y a cualquiera que quiera aprender más sobre las corrientes alternativas de la economía y el anarquismo. Pero estos artículos son más una invitación a investigar más sobre cada tema, a meterse en la discusión, a participar, no son una explicación profunda sobre cada tema.



Qué hay en el libro


Con estos artículos buscamos hacer más conocida una corriente radical que debería recibir más atención. Pero esperamos que no solo sea una referencia histórica. Queremos ofrecer un análisis de problemas clave relaciones con el poder y con la resistencia, proveer una base para la conversación entre los individualista y representantes de otros movimientos anarquistas y separar tajantemente el movimiento anarco-mercadista de los "libertarios vulgares", pro-corporaciones y pro-capitalismo.


El libro tiene ensayos que datan desde finales del siglo XIX hasta el presente, organizados en ocho partes.


La parte uno, "El Problema con los Mercados Deformados", introduce el tema central del texto: las deformaciones políticas que distorsionan, tuercen y pervierten las características positivas de los mercados; se toma el rol productivo y armónico de las fuerzas de mercado como la competición, la negociación y la división de trabajo y se las convierte en algo alienante y lleno de explotación. En "El Mercado Liberado", William Gillis muestra como un simple cambio de tiempo verbal puede hacer la diferencia a la hora de distinguir entre el anarco-mercadismo y el capitalismo estatista. En "Socialismo de Estado y Anarquismo", Benjamin Tucker explica por qué una variante mercadista del anarquismo puede ser entendida como parte de la tradición socialista, siempre que se tengan en cuenta las quejas de los socialistas hacia el status quo. En los fragmentos tomados de "Idea General de la Revolución del Siglo XIX", Proudhon explica como la competencia, la división de tareas, el contrato y la propiedad (fuerzas económicas que hoy son alienantes y empobrecedoras) puede ser transfiguradas por una disolución del privilegio política y el reemplazo del autoritario "sistema de leyes" por un "sistema de contratos". En "Mercados Liberados de Capitalismo", Charles Johnson examina los mecanismos políticos y las estructuras de privilegio mediante las cuales el gobierno mina los mercados, construye el capitalismo de estado e impone formas de intercambio desviadas en espacios sociales donde no son bienvenidas. También menciona la importancia de imaginar la transformación revolucionaria de los mercados sin las desigualdades capitalistas.


La parte dos, "Identidades e Ismos", contiene las reflexiones de los anarquistas individualistas sobre lo deseable, lo indeseable y la significancia de varias identidades: "capitalista", "socialista", "libertario", "individualista", "comunista". En "Ejércitos que se Superponen" y en "Socialismo: ¿Qué es eso?", Benjamin Tucker dice que el ideal socialista de autonomía obrera y el fin de los privilegios capitalistas no contradicen a los principios del mercado: los socialistas luchan en contra del privilegio, y eso no significa luchar en contra de los mercados. En "Los Defensores del Libremercado Deberían Oponerse al Capitalismo" y en "¿Qué Laissez-Faire?", Gary Chartier y Sheldon Richman dicen que el libertarianismo de derecha está equivocado al aceptar al capitalismo, e incluso yendo más lejos, afirman que el rechazo al capitalismo es necesario para lograr un mercado libre. En "El anarquismo de Mercado como Socialismo no Coordinado" y en "Objetivos socialistas, Medios mercadistas", Brad Spangler y Gary Chartier defienden agresivamente que la posición individualista de Tucker no solo es anti-capitalista sino que es parte de la tradición socialista. En "El Individualista y El Comunista", Rosa Slobodisnky y Voltarine de Cleyre explican por qué las dos variantes del anarquismo pueden estar persiguiendo los mismo objetivos a través de diferentes medios (El individualista en el texto de Slobodisnky y de Cleyre acepta llamarse "capitalista", en aras de la discusión, pero toma una posición completamente opuesta a la capitalista). El escrito de Charles Johnson, "Libertarismo contra Viento y Marea" explica por qué, mirado estrechamente, el anti-estatismo no puede capturar el poder emancipatorio del libertarismo y sienta la base para otros argumentos.


La Parte Tres, "La Posesión", se adentra en un debate abierto entre los anarquistas de mercado, los anarquistas individualistas y los mutualistas: la naturaleza y la justificación de la propiedad. Los individualistas y los mutualistas tienen un acuerdo bastante inestable en la cuestión de la posesión: ven a los títulos de propiedad actuales como títulos repartidos con una mano injusta y dictada por el privilegio, pero están a favor de acuerdos sociales libres en los cuales la posesión privada (sin los males del privilegio y la política) van a jugar un papel importante.Pero dentro de este inestable acuerdo del término posesión, existe un intenso y complicado diálogo sobre las justificaciones para la propiedad y también sobre los detalles de cómo sería reconocida y en qué medida. En esta sección intentamos ofrecer una serie de defensas no-convencionales para la propiedad afirmadas por los puntos de vista más reconocidos dentro de la discusión. Son no-convencionales tanto en su fundación como en sus implicancias. En "En Defensa de la Propiedad Pública", el anarquista individualista Roderick Long defiende una justificación basada en el derecho natural para los derechos de propiedad, y muestra que, si se aceptan los argumentos de base que usa como defensa de la propiedad, un mercado liberado totalmente debería incluir un espacio común y propiedad pública genuina: ni del estado ni privada, sino por el "público no-organizado" que disfruta de su uso. En "¿De Dónde Vienen los Títulos de Propiedad?", el anarquista de mercado William Gillis comienza una exploración del ideario anarco-comunista y termina con una defensa utilitaria de la propiedad privada, derivada de sus consideraciones de índole económica. En "La Economía de Regalo de la Propiedad", el mutualista Shawn Wilbur re-examina las ideas de Proudhon sobre la propiedad y el comercio, y se pregunta si el concepto del anarquismo socialista de la "economía de regalo" y el "don del reconocimiento mutuo" no proveen una fundación para una economía basada en la posesión y en el intercambio voluntario, que desafía tanto a las teorías basadas en los derechos naturales como a los utilitaristas. En "Justicia y Posesión", Gary Chartier nos da una defensa alternativa de los derehcos de propiedad basados en el derecho natural, influenciados por La Regla de Oro y un apelo de base a la justicia, en conjunto con una serie de obviedades sobre el comportamiento humano y la situación de nuestra especie. Finalmente, en "El Argumento Libertario en Contra de la Propiedad Intelectual", Roderick Long se pregunta algo práctico y desafía al ideario capitalista que sostiene que la posesión de ideas a través de patents y derechos de autos es válida. "Los derechos de propiedad intelectual", dice Long, no son genuinos. Afirma que son afirmaciones coercivas y monopólicas sobre la mente y propiedad de otros.


La parte cuatro, "El Poder de las Compañías y la Solidaridad Obrera", reúne artículos sobre las grandes corporaciones, los jefes, los obreros y sobre la concentración del poder económico y la desigualdad, y de cómo estos dependen de los grandes privilegios conferidos repetidamente por el estado a los capitalistas. En "Las Corporaciones contra el Mercado, o Vence a la Confusión Ahora", Rederick Long se explaya sobre el problema de "confusión" o del "libertarismo vulgar": muchas veces las acciones de las corporaciones y otros negocios, ayudadas por el estado de mil maneras, son confundidas como el resultado de un mercado libre. En "¿Acaso la competición es la guerra?" y en "Cálculos Económicos en el Reino de las Corporaciones", Benjamin Tucker y Kevin Carson (respectivamente) muestran como la competición y el motivo de lucro, citados típicamente para defender los intereses de las grandes corporaciones, de hecho disolverían sus fortunas y liberarían a los mercados de su control gracias a la ausencia de protecciones legales para negocios hiper-centralizados. De Roy Child: "Las Grandes Compañías y el Levantamiento del Estatismo en EEUU" es un texto que analiza el crecimiento del poder de estado a través del tiempo, no como contrapeso al poder corporativo, sino como una fuerza que ha sido manejada por los intereses de las compañías. Así también lo demuestra Roderick Long en "Regulaciones: La Causa, No la Cura, de la Crisis Financiera", donde expone como no fueron los "desregulados mercados financieros" los que produjeron las últimas crisis, sino que la causante fue una larga historia de capitalismo de estado. En “Economía de Industria", "La Lucha Obrera en el Libre Mercado" y "¿Debería el trabajo ser pagado o no?", Dyer Lum, Kevin Carson y Benjamin Tucker (respectivamente) se preguntan cual sería la alternativa más viable al poder corporativo, y no es una solución política o un estado regulatorio, si no la solidaridad de un libremercado radical, el unionismo y, finalmente, la posesión de los obreros de los medios de producción.


La parte cinco, "Neoliberalismo, Privatización y Redistribución" habla sobre las políticas pseudo-mercadistas de las reformas neoliberales y defiende que una posición radical de  a favor de los mercados libres, la propiedad privada y la "des-estatización" podría requerir estrategias muy diferentes a las propuestas por el progresismo o por los "liberales" y sus subsidios para el "desarrollo". En "Las Reformas del Libre Mercado y la Reducción del Estatismo", Kevin Carson enfatiza la importancia de entender cómo se conectan en una sociedad determinada el sistema legal, social y político están conectados y qué tan eficientemente se podría alterar cada uno para finalizar desmantelando al estado. En "Un Mercado Libre es un Mercado Justo", Joe Peacott de The Boston Anarchist Drinking Brigade se refiere a las posibilidades de un mundo sin ninguna barrera económica y a los fraudes políticos que son los llamados "acuerdos de libre comercio", manejados por el estado y apoyados por las corporaciones. En "Dos Palabras sobre la 'Privatización'", Charles Johnson analiza dos definiciones de "privatización": de un lado, el genuino esfuerzo de devolver el control de recursos monopolizados por el estado a la sociedad civil, por el otro lado, las privatizaciones manejadas corporativamente que simplemente sirven para terciarizar el monopolio estatal.


La parte seis, "Desigualdad y Asistencia Social" se pregunta si un mercado liberado podría sostener en el tiempo grandes desigualdades económicas, y como, con la abolición del gobierno, incluyendo la asistencia social gubernamental, las crisis sociales y económicas podrían ser paliadas con una asistencia social auténtica, eso es, a través de la ayuda mutua. En "Dejen que el Libre Mercado se Coma a los Ricos", Jeremy Weiland discute la "entropía económica" y el fin de las grandes fortunas en un mercado liberado. Demuestra como las relaciones económicas libres de privilegio pueden, y de hecho tienden a, deshacer la fortuna y el poder consolidados en la sociedad capitalista. En "Individualismo y Desigualdad", Joy Peacott habla del capitalismo y su dependencia en la desigualdad económica, y como la anarquía de mercado disminuiría o destruiría esa desigualdad. Prosigue preguntandose como el fin de las desigualdades sistémicas afectarían a las desigualdades más comunes, de todos los días. En Cómo Resolvió el Gobierno la Crisis de la Salud Pública", de Roderick Long y en "La Pobreza del Estado de Bienestar" de Joe Peacott, se discute de qué maneras el estado de bienestar destruye el poder social mientras fomenta el poder estatal, y sugieren que la alternativa que los obreros han usado una y otra vez a lo largo de la historia (redes de asociaciones de ayuda mutua dirigidas por los obreros mismos) podrían proveer una alternativa a los sistemas de bienestar del estado moderno.


En la parte siete, "Barreras de Entrada y Costos Fijos de Vida" se examina cómo las relaciones económicas capitalistas han dependido siempre de la miseria forzada de los pobres y la eliminación de las alternativas al trabajo asalariado y a la renta. Uno de los métodos más efectivos para lograr la desesperación de los trabajadores es una suerte de efecto trinquete: se suben los costos de vida y se destruyen las oportunidades laborales fuera del sistema de salarios. Este efecto se logra por la monopolización estatal de servicios que suben el precio de bienes esenciales y por el robo de tierras que sube los precios de la renta y previene que los obreros puedan emplearse a sí mismos. En "Como la Propiedad Intelectual Impide la Competición", Kevin Carson nos da su mirada sobre los efectos nocivos de los monopolios en la transmisión y expresión de las ideas en cultura, medicina y tecnología. En "Cercos Ingleses y Colectivizaciones Soviéticas", Joseph R. Stromberg habla del estado y de cómo, cualquiera sea su ideología explícita, puede fomentar lo que él llama un "modo de desarrollo anti-campesino". En "La Cuestión de la Tierra Estadounidense", el mismo autor nos describe el robo y aprovechamiento desproporcionado de las tierras y cómo eso ha distorsionado las relaciones económicas dentro de los Estados Unidos desde antes de la era colonial. En "La Salud Pública como un Monopolio Radical", Carson explica como el precio, la accesibilidad y la flexibilidad de la salud pública se ven limitados porque la acción estatal es siempre en nombre de múltiples grupos a los que se les están confiriendo diferentes privilegios legales. "Rascando la Superficie", de Charles Johnson, es un escrito devastador sobre el rol del estado regulador en la creación y perpetuación de la pobreza.


La parte ocho, "La Regulación en un Mercado Liberado: El Activismo Social y el Orden Espontáneo", habla de la manera en la que el el orden social que se conseguiría en una sociedad libre de la dominación capitalista aseguraría operaciones productivas y, al mismo tiempo, tendría una "justicia social" razonable, sin necesidad de un estado regulador. Mientras que las otras secciones han demostrado negativamente que los privilegios sociales y económicos dependen muchas veces de un sistema legal y coercitivo, esta sección se concentra en los problemas potenciales dentro de los sistemas del mercado, y los medios positivos por los cuales esos problemas podrían ser resueltos sin el uso de la fuerza. En "La Falacia de la Regulación", Sheldon Richman habla sobre la importancia del orden espontáneo en un mercado y de una forma natural de "regulación" de mercado basado en las relaciones humanas en vez de la dominación política. En "Nosotros Somos las Fuerzas del Mercado", Charles Johnson desarrolla el mismo punto y enfatiza la posibilidad de un activismo social consensual dentro de mercado liberado: desde la perspectiva del individualista anticapitalista, la palabra mercado no hace solo referencia a las transacciones comerciales, sino que incorpora todas las acciones voluntarias en las que la gente puede participar (incluidas aquellas que tienen como objetivo responder a otras organizaciones que tienen conductas inmorales). En "Productividad Platónica", Roderick Long examina la cuestión de género, en específico el problema de los distintos salarios por el mismo trabajo. Reconociendo que la discriminación sexista podría seguir siendo un serio problema económico y social en una sociedad de mercado, y proponiendo que el activismo social debería encargarse de resolverlo. En "Libertarismo y Anti-Racismo", Sheldon Richman invita a los anarquistas de mercado a considerar el movimiento en contra de la segregación del sur de los Estados Unidos como un modelo histórico a tener en cuenta la hora de imaginarme el activismo social en una sociedad de mercado. En "La Agresión y el Medio Ambiente" de Mary Ruwart, y en "La Ley del agua Limpia Contra el agua Limpia", de Charles Johnson, se continua analizando este tema al examinar como los privilegios capitalistas, y no los procesos de mercado, alientan la destrucción del ambiente y las estratégias de "crecimiento" sin límite, y se explica como, en un mercado liberado, la comunidad de activistas tendrían más libertades para usar las presiones del mercado y la acción directa para preservar el ambiente e intentar reparar el daño ya causado por el corporativismo. En "Mantención del Contexto y Organización de la Comunidad", Sheldon Richman continua el tema defendiendo y explicando como podrían funcionar las bases del activismo social en una sociedad de mercado.


La tendencia individualista-anarquista está viva. Mercados, no Capitalismo ofrece un vistazo a la historia y contribuciones más remarcables de esta ideología a la gran tradición del movimiento anticapitalista. Con este libro buscamos estimular la discusión acerca del camino más fructífero hacia ka liberación humana entre todos los tipos de libertarios, e incluso entre aquellos de otras afiliaciones políticas. Estamos seguros de que los puntos de vistas anarco-individualistas sobre la potencial fuerza del mercado para liberar pueden enriquecer esa conversación, y te invitamos a unirte a ella.


Gary Chartier
La Sierra University


Charles W. Johnson
Molinari Institute

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