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miércoles, 27 de marzo de 2013

Mercados, no Capitalismo: Introducción

PARTE DE MI PROYECTO DE TRADUCCIÓN. NO SOY UN TRADUCTOR PROFESIONAL. 
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dont tread on meLos anarquistas de mercado creen en los intercambios de mercado, no en el privilegio económico. Creen en el los mercados libres, no en el capitalismo. Lo que los hace anarquistas es su ideal: el de una sociedad totalmente libre y consensual  Una sociedad en la que se llegue al orden no a través de fuerzas legales o gobiernos político, sino a través de acuerdos libres y cooperación voluntaria sobre una base de igualdad. Lo que los hace anarquistas de mercado es que reconocen a los intercambios hechos en el libre mercado como un medio vital para lograr un orden social anárquico y pacífico. Pero los mercados que se imaginan no son como los mercados llenos de privilegios y favoritismos que vemos hoy. Los mercados que funcionan bajo el telo gubernamental y capitalista están impregnados de pobreza, destrucción ambiental, desigualdades radicales y concentración de poder en corporaciones, jefes y terratenientes. El consenso es que esa explotación (ya sea de seres humanos o de la naturaleza) es simplemente el resultado natural de los mercados sin control. El consenso sostiene que la propiedad privada, la competición y el fin de lucro deben, necesariamente, ya sea para bien o para mal, llevar a trabajos asalariados en entornos capitalistas, a la concentración del poder económico y social en unos pocos o a prácticas empresariales que se basen en el crecimiento sin miras a las consecuencias.


Los anarquistas de mercado no están de acuerdo. Dicen que el problema social del privilegio económico es real y persiste en el tiempo, pero que el problema no es un problema de la propiedad privada, de la competición o del lucro per se. No es un problema del sistema de mercados si no de los mercados deformados: deformados por la larga sombra de injusticias y el continuo uso del privilegio legal en nombre del capital. La tradición anarco-mercadista es radicalmente pro-mercado y anti-capitalista. Eso refleja su constante mira en el profundamente político poder de las compañías, en la dependencia de las élites económicas en la tolerancia o incluso apoyo del estado, en las barreras permeables entre las élites políticas y las económicas y en la aceptación cultural de las jerarquías establecidas y mantenidas por la violencia legislada y perpetrada por el estado.