miércoles, 3 de abril de 2013

Socialismo de Estado y Anarquismo: En qué coinciden y en qué difieren - Benjamin Tucker

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[caption id="attachment_986" align="alignright" width="256"]Benjamin Tucker Benjamin Tucker[/caption]

Probablemente ninguna ideología revolucionaria haya alcanzado alguna vez la magnitud, tanto en número de seguidores como en área de influencia, como el Socialismo Moderno, y al mismo tiempo ninguna ha sido tan poco comprendida y tan malinterpretada, no solo por los hostiles o indiferentes, sino incluso por sus mismos adherentes. Este desafortunado y muy peligroso estado de cosas es causado en parte porque las relaciones humanas que este movimiento (si algo tan caótico puede ser llamado movimiento) busca transformar no involucra a una clase en particular, ni siquiera a varias clases: sino literalmente a todo el mundo. También culpable en parte es que estas relaciones son infinitamente más variadas y complejas en su naturaleza que aquellas con las que otras reformas han intentado lidiar, y también parcialmente por el hecho de que las fuerzas moldeadoras de las sociedad, los canales de información, están controlados por aquellos cuyos intereses monetarios son antagónicos al objetivo final del socialismo: que la clase obrera sea dueña de sí misma.



Se podría decir que las únicas personas que comprenden al menos aproximadamente la significancia, principios y objetivos del socialismo son los líderes de las ramas extremas del Socialismo, y quizás algunos de los mísmismos reyes del dinero. Es un tema del que últimamente se ha puesto de moda tratar para el predicador, para el profesor y para el charlatan, y, en general, han hecho un trabajo lamentable, alentado la burla y la lástima de aquellos lo suficientemente competentes para juzgar. El que aquellos que se denominan "moderados" en las divisiones socialistas no entiendan de qué hablan se demuestra simplemente por lo que piensan: si fuesen pensadores consistentes, lógicos; si fuesen lo que los franceses llaman "hombres consecuentes", su razonamiento ya los hubiese llevado a un extremo u a otro.
Es un hecho curioso que los dos extremos de este basto ejército bajo consideración en este escrito, aunque unidos, como se ha indicado arriba, por la afirmación común de que la clase obrera debería ser dueña de sí mismo, están más alejados en cuanto a los principios fundamentales de acción social y a los métodos para llegar a sus objetivos de lo que cualqueira de las dos están si se las compara a su enemigo común: la sociedad existente. Los dos principios en los que se basan son dos principios cuya historia existe desde que el hombre existe. Todos los actores, incluso la de los controladores de la sociedad moderna, se basan en un compromiso entre los dos. Es claro, entonces, que cualquier oposición inteligente al actual orden de las cosas debe venir de unos de esos dos extremos, porque cualquier cosa de otra fuente, lejos de ser revolucionaria, podría solamente proponer cambios superficiales que difícilmente llamarían tanto la atención como los propuestos por el Socialismo Moderno.
Los dos principios a los que me refiero son la AUTORIDAD y la LIBERTAD, y los nombres de las dos escuelas socialistas que representan a cada uno totalmente son, respectivamente, el Socialismo de Estado y el Anarquismo. Aquél que entienda qué quiere cada una de estas escuelas y como se propone lograrlo, entiendo al movimiento socialista. Porque, como ya se ha dicho, no existe un medio entre Roma y la Razón, así también debe ser dicho que no hay un medio entre el Socialismo de Estado y el Anarquismo. Hay, de hecho, dos corrientes que van desde el centro de las fuerzas socialistas hacia la izquierda y hacia la derecha, y, si el Socialismo vence, es posible que la separación del movimiento sea completada y el orden existente sea aplastado por los dos campos, el enfrentamiento último, y el más amargo, aún esté por venir. En ese caso, todos los hombres-de-ocho-horas, todos los unionistas, todos los Knights of Labor, todos los nacionalizadores de la tierra, todos los del partido Greenback, y, en resumen, todos los miembros de los diferentes batallones pertenecientes al gran ejército Obrero, van a desertar sus puestos, y, habiéndose aliado de un lado o del otro, la gran batalla va a comenzar. ¿Qué significaría una victoria de los socialistas estatistas? ¿Qué significaría una victoria de los anarquistas? Eso es lo que este este ensayo quiere explicar.



Sin embargo, para hacer esto inteligentemente, debo describir primero las semejanzas entre los dos, aquello que convierte en "socialistas" a cada uno.

Los principios económicos del Socialismo Moderno son una deducción lógica de uno de los principios mostrados por Adam Smith en los capítulos iniciales de La Riqueza de las Naciones, este es, que el trabajo es la verdadera medida del precio. Pero Adam Smith, después de afirmar el principio claramente, abandona todas las consideraciones de este para continuar con un análisis de qué mide el precio en el status quo, y como, a partir de esto, se distribuye la riqueza. Desde su día casi todos los economistas políticos han seguido su ejemplo y restringido su función a describir a la sociedad como es, en sus fases industriales y comerciales. El Socialismo, por otro lado, extiende su función para describir a la sociedad como debería ser, y a descubrir los medios por los cuales se puede hacer que sea lo que debería ser. Medio siglo o más despues de que Smith anunciara este principio, el Socialismo lo adoptó y desarrolló desde donde él lo dejó, y, siguiendo sus conclusiones lógicas, construyó las bases de una nueva filosofía económica.
Esto parece haber sido hecho independientemente por tres hombres, de tres nacionalidades diferentes, en tres idiomas diferentes: Josiah Warren, un estadounidense, Pierre J. Proudhon, un francés y Karl Marx, un alemán judío. Que Warren y Proudhon llegaron a sus conclusiones sin ayuda y de manera individual es indiscutible, pero si Marx estuvo o no influenciado por Proudhon para crear sus ideas económicas es cuestionable. Incluso así, las ideas de Marx eran en muchos aspectos indudablemente suyas, y muy peculiares, así que tiene derecho a que se reconozca su originalidad. Que el trabajo hecho por este trío se haya hecho de manera casi simultánea nos indica que el socialismo "estaba en el aire", y de que la época y las condiciones favorecían la aparición de una nueva escuela de pensamiento. Si nos preocupa el quien lo pensó primero, parece que el crédito debería ir a Warren, el estadounidense (un hecho que debería ser notado por aquellos a los que les gusta tanto declarar en contra del socialismo diciendo que es "importado"). Era de un sangre revolucionaria también, Warren, porque desciende del Warren que cayó en Bunker Hill.

Del principio de Smith, que toma al trabajo como la verdadera medida del precio; o, como lo puso Warren, que el costo es el límite correcto para el precio, estos tres hombres hicieron las siguientes deducciones: que el salario natural por el trabajo es su producto, que este salario, o producto, es la única fuente de ingresos justa (dejando aparte, por supuesto, regalos, herencias, etc.), que todo ingreso derivado de otra fuente es directa o indirectamente extraído del salario por trabajo, que este proceso de extracción se lleva a cabo generalmente por medio de una de estas tres formas: interés, renta y lucro, que estos tres constituyen la "trinidad de la usura" , que estos tres son simplemente diferentes métodos por los cuales se recauda tributo para el uso por parte del capital; que, el capital, siendo simplemente trabajo almacenado que ya ha recibido su pago, debe ser de uso gratuito, ya que el el trabajo es la única base para el precio, que aquel que presta capital tiene derecha a su devolución integra, y nada más; que la única razón por la cual el banquero, el accionista, el terrateniente, el capitalista y el mercader pueden extraer usura del trabajo es porque están protegidos por privilegios legales, o monopolios; y que la única manera de asegurar que los obreros disfruten de todo su producto, o salario natural, es derribar los monopolios.

No se debe entender que Warren, Proudhon o Marx usaron exactamente estas palabras, o siguieron exactamente estas lineas, pero explica las ideas fundamentales que el trío comparte. Y, aunque espero no ser acusado de representar las ideas de estos hombres equivocadamente, debo decir por adelantado que los he estudiado mucho, y que, con el propósito de una comparación más fructífera, he re-ordenado, y muchas veces, re-escrito sus pensamientos, pero estoy seguro de que, al hacerlo, no cambié nada de los esencial.

Fue en este punto, en el de "derribar los monopolios", en el que se vio la separación. Aquí la ruta se dividió. Se encontraron con que debían doblar o a la derecha o la izquierda, seguir el camino de la Autoridad o el de la Libertad. Marx se fue por un lado, Warren y Proudhon por el otro. Y así nacieron el Socialismo de Estado y el Anarquismo.

Primero, entonces, el Socialismo de Estado, que puede ser descrito como la doctrina que indica que todos los asuntos deben ser manejados por el gobierno, sin importar las elecciones individuales.

Marx, su fundador, concluyó que la única manera de abolir los monopolios de clases era centralizar y consolidar todos los intereses industriales y comerciales y todas las agencias productivas y distributivas en un basto monopolio estatal. El gobierno se debía convertir en banquero, empresario, granjero, transportista y mercader, y no debía tener competición. La tierra, las herramientas y todos los instrumentos de producción debían ser tomados de los individuos y ser hechos propiedad de la colectividad. Al individuo solo le pertenecen los productos consumibles, no los medios para producirlos. Un hombre puede tener ropa y comida pero no la máquina de tejer que hace sus camisas y la pala que saca sus papas. Producto y capital son cosas diferentes: el primero pertenece al individuo, el segundo a la sociedad. La Sociedad debe tomar el capital que le pertenece, mediante el voto si puede, mediante revolución si debe. Una vez en posesión de este, debe administrarlo de acuerdo al principio de la mayoría a través de su órgano, el Estado, utilizarlo en la producción y distribución, fijar todos los precios por la cantidad de trabajo que requieren y emplear a toda la gente en fábricas, granjas, negocios, etc. La nación debe ser transformada en una basta burocracia, y cada individuo en un oficial del estado. Todo debe ser hecho siguiendo el principio del costo, sin dejar a las individuos motivo alguno para generar valor agregado con su trabajo. Ya que los individuos no pueden tener capital, nadie puede emplear a nadie, ni siquiera a sí mismo. Todo hombre va a trabajar por salarios, y el Estado será el único que los entregue. Aquel que no trabaje para el estado debe morir de hambre, o, quizás siendo más realista, debe ir a prisión. Toda la libertad de comercio debe desaparecer. La competición debe ser eliminada totalmente. Toda la actividad industrial y comercial debe estar centrada un monopolio basto, enorme y que lo incluya a todo. El remedio para los monopolios es EL MONOPOLIO.

Ese es el programa económico del Socialismo de Estado como lo pensó Karl Marx. La historia de su crecimiento y progreso no puede ser contada aquí. En este país los partidos que sostienen esto son conocidos como el Socialistic Labor Party, que pretende seguir a Karl Marx, los Nationalist, que siguen a Karl Marx filtrado por Edward Bellamy y los Christian Socialists, que siguen a Karl Marx filtrado a través de Jesús Cristo.

Qué otras aplicaciones desprendidas del principio de Autoridad se desarrollaran una vez desarrollada en la esfera económica es evidente. Es el control total de la mayoría sobre la conducta individual. El derecho a este control absoluto ya es admitido por los socialistas de estado, aunque mantienen que, en la realidad, el individuo tendría permitida mucho más libertad de la que disfruta hoy. Pero solo se le permitiría, no la poseería como propia. No habría base social desarrollada desde una igualdad garantizada desde la mayor libertad posible. Esa libertad, si así se le puede decir, podría ser quitada en cualquier momento. Las garantías constitucionales no servirían de nada.  Habría solamente un artículo en la constitución de país que adopte el socialismo de estado: "El derecho de la mayoría es absoluto".

Lo que dicen los socialistas de estado sobre que este derecho no sería ejercido en materias que involucren a las relaciones más intimas y privadas de los individuos no es cierta si se mira a la historia de los gobiernos. Siempre ha sido la tendencia del poder a expandirse a sí mismo, de agrandar su esfera, de invadir más allá de sus límites originales. Y allí donde el hábito de resistir estas invasiones no es alentado, donde al individuo no se le enseña a resguardar sus derechos, allí la individualidad desaparece gradualmente y el gobierno o estado se convierte en el todo. El control naturalmente acompaña a la responsabilidad. Bajo el sistema estatal-socialista, que deja a la comunidad responsable de la salud, la riqueza y la enseñanza del individuo, es evidente que la comunidad, bajo la expresión de la mayoría, va a insistir más y más en dictar las condiciones de salud, riqueza y enseñanza, así dañando y finalmente destrozando la independencia individual y, con ella, todo sentido de responsabilidad individual.

Entonces, sin importar lo que los socialistas de estado prediquen, su sistema, si se adopta, está condenado a terminar en una religión del Estado, al que todos deben contribuir y ante el que todos se deben arrodillar; una escuela de medicina del estado, cuyos médicos serán obligatoriamente los médicos de todos, un sistema higiénico del estado, recetando todo lo que no se debe comer, toma, usar y hacer; un sistema de moral del estado, que no se contentará con castigar el crimen, sino que prohibirá lo que la mayoría diga que es un vicio; un sistema de instrucción del estado, que eliminará las escuelas, academias y universidades privadas; una guardería del estado, en la que todos los niños deben ser criados a expensas del público; y, finalmente, una familia del estado, con toda la intención de practicar la eugenesia, en la que ningún hombre y mujer tendrán permitido tener hijos si el estado se los prohíbe y ningún hombre y mujer podrán negarse si el estado se los ordena. Así la Autoridad llegará a su punto culmine y el Monopolio tendrá poder máximo.

Así son las ideas de un socialista de estado lógico, así es el final de la larga ruta que Karl Marx tomó. Permitamonos ahora seguir las fortunas de Warren y Proudhon, que tomaron la otra ruta: la ruta de la Libertad.

Esto nos lleva al Anarquismo, que podría ser descrito como la doctrina que indica que todos los asuntos de los hombres deberían ser manejados por individuos o por asociaciones voluntarias y que el Estado debería ser abolido.

Cuando Wharren y Proudhon, persiguiendo su búsqueda por justicia obrera, se encontraron con el problema de los monopolios de clases, vieron que estos monopolios se basaban en la Autoridad, y concluyeron que lo que había que hacer no era darle más poder a esta Autoridad y así hacer al monopolio uno universal, sino boicotear a la Autoridad y así dar lugar al principio opuesto, la Libertad, mediante la competición, la antítesis del monopolio. Vieron en la competición la herramienta para equiparar los costos de producción con los precios. Surgió la duda entonces: ¿por qué todos los precios no bajan a los costos de producción? Básicamente, ¿por qué el usurero, el que recibe interés, el rentista y el capitalista existen en el status quo actual? La respuesta se encuentra en la unilateralidad de la competición. Se descubrió que el capital había manipulado la legislación para que la competición obrera sea mucha, y así bajar los salarios hasta un punto inhumano, o al manos tan cerca de este como sea práctico. Se descubrió que se permite que haya mucha competición en el área de transporte, o en la clase obrera-mercantil, y así se deja a la ganancia de los mercantes al menos parecida a lo que producen con su trabajo, pero que no se permite casi competición en la repartición del capital, del que dependen tanto el trabajo obrero de producción y de distribución, y así se mantiene el interés tan alto como se pueda.

Al descubrir esto, Warren y Proudhon acusaron a los economistas de temer a su propia doctrina. Los hombres de Manchester fueron acusados de inconsistencia. Creían en la libertad de competición del obrero para reducir los salarios, pero no en la libertad de competición del capitalista para reducir su usura. El Laissez Faire era una doctrina adecuada para los obreros, pero no tanto para el capital. Pero, ¿cómo corregir esta inconsistencia? ¿cómo poner al capital al capital al servicio de los hombres de negocios y de los obreros al costo, o libre de usura? Ese era el problema.

Marx, como vimos, lo resolvió al decir que el capital es algo diferente del producto y afirmando que el primero debía ser tomado por la sociedad y ser usado para el beneficio de todos. Proudhon descreía de esta diferenciación. El mantenía que el capital y el producto no son tipos diferentes de riqueza, sino que condiciones o funciones diferentes de la misma riqueza. Creía que toda la riqueza pasa por una incesante transformación de capital a producto y de vuelta de producto a capital, y que el proceso se repetía interminablemente. Creía que el capital y el producto son términos puramente sociales, que producto para uno podría ser capital para otro, y viceversa. Creía que si solo hubiese una persona en el mundo, toda la riqueza sería capital y producto al mismo tiempo. Creía que si el fruto del esfuerzo de A es su producto, cuando sea vendido a B, se podría convertir en el capital de B (a menos que B sea un consumidor no productivo, en cuyo caso es simplemente riqueza desperdiciada, fuera de lo estudiado por la economía). Creía que un motor a vapor es tan producto como un abrigo, y que un abrigo es tan capital como un motor a vapor. Creía que las mismas leyes de equidad que gobiernan la posesión de capital gobiernan la posesión de productos.

Por esta y otras razones Proudhon y Warren no pudieron especificar ningún plan para que la sociedad aproveche el capital. Pero, aunque en contra de socializar la posesión del capital, quisieron socializar sus efectos al hacer su uso beneficioso para todos en vez de que empobrezca a muchos para enriquecer a unos pocos. Y cuando se iluminaron, se dieron cuenta de que esto podría ser hecho simplemente al someter al capital a las leyes naturales de la competición, y así bajar el precio de uso al costo (eso es, nada más allá de lo que cuesta manejar y transferir el capital). Así levantaron la bandera del Libre Comercio Absoluto: libre comercio en casa, como en los países extranjeros; la lógica extraída de la doctrina de Manchester: laissez faire como regla universal. Bajo esta bandera comenzaron a luchar contra los monopolios, ya sea el monopolio super incluyente de los socialistas de estado, o los varios monopolios de clases que hoy aún prevalecen.

De estos últimos, distinguieron cuatro de extrema importancia: el monopolio monetario, el monopolio de la tierra, el monopolio arancelario y el monopolio de las patentes.

El primero, ordenándolos por el grado de influencia negativa, era para ellos el monopolio monetario, que consiste en el privilegio dado por el gobierno a ciertos individuos, o a individuos que posean ciertos tipos de propiedad, de emitir moneda, un privilegio que hoy en día es mantenido en este país por un impuesto nacional del 10 por cierto a todo aquel que intente circular otra moneda, y por leyes estatales que hacen que emitir moneda sea una ofensa criminal. Se dice que aquellos con este privilegio controlan el precio del interés, el precio de los casas y edificios y el precio de los bienes - el primero directamente, el segundo y tercero indirectamente.  Esto es así, dicen Proudhon y Warren, porque si negocio bancario se dejase libre, más y más personas entrarían en él hasta que la competencia se vuelva tan cruda como para bajar el precio de los préstamos al nivel de costos. Los miles a los que hoy se les impide empezar un negocio por los altísimos costos que deben pagar por el capital no tendrían más dificultades para hacerlo. Si tuviesen propiedades que quieren convertir en dinero, pero no por medio de la venta, un banco podría tomarlo como garantía por una proporción de su valor real, con un descuento entre garantía / precio real de menos del 1 por ciento. Si no tuviesen propiedad, pero fuesen honestos y capaces, generalmente serían capaces de obtener la aprobación de diferentes partes que deberían ser suficiente para obtener algún tipo de crédito en un banco. Así el precio del interés caería. El banco no estaría en realidad prestando el capital, sino haciendo negocios con el capital de sus clientes, consistiendo el negocio en un intercambio de los conocidos y muy fáciles de conseguir créditos bancarios por los desconocidos y poco disponibles, pero igualmente buenos, créditos de los clientes y cobrar menos que el uno por ciento, no como interés por el uso del capital, sino como pago que corresponde al trabajo de llevar adelante un banco. Esta facilidad para conseguir capital daría incrementaría el ímpetu emprendedor, y así se crearía una demanda increíble de mano de obra - una demanda que siempre será mayor que la oferta, directamente lo contrario de los que ocurre actualmente en el mercado de mano de obra. Esto sería una perfecta ejemplificación de los mundos descritos por Richard Cobden en el que, en uno, se veía a dos obreros tras un trabajo, y así los salarios bajaban, en el otro, se ve a dos empleadores tras el mismo obrero, así, los salarios suben. Los obreros van a estar en posición de dictar sus salarios, y así asegurar su salario natural, el producto entero. Así el mismo golpe que reduciría el precio del interés incrementaría los salarios. Pero eso no es todo. La usura disminuiría también. Los mercaderes, en vez de comprar a crédito y a precios altos, podrían pedir prestado del banco a menos de un por ciento de interés, comprar en efectivo y barato y así, bajar el precio de los bienes para sus clientes. Y así también desaparecería la renta. Porque nadie que pueda construir su casa con un interés menor al 1 por ciento aceptaría alquilar a un precio mayor que eso. Así son las bastas afirmaciones de Proudhon y Warren con respecto a la abolición del monopolio monetario.

Segundo, ordenando por la misma razón, es el monopolio de la tierra, cuyos efectos nocivos se ven especialmente en países exclusivamente agrícolas  como Irlanda. Este monopolio consiste en la defensa por parte del estado de títulos que no se respaldan con la ocupación o el uso de la tierra. Era obvio para Warren y Proudhon que, tan pronto como los individualistas no estén protegidos por sus pares en cuanto a su derecho a la propiedad, salvo en ocupación personal y uso de la tierra, el arriendo de la tierra desaparecería y la usura tendría una pierna menos sobre la que sostenerse. Sus seguidores actuales están dispuestos a modificar esta afirmación al punto de admitir que una pequeña fracción del arriendo que se basa no en el monopolio, sino en la superioridad del suelo, continuaría existiendo por un tiempo y quizás por siempre, pero sería constamente mantenida en un mínimo bajo condiciones de libertad. Pero la desigualdad de suelos que llevaría a la renta económica de la tierra, así como la desigualdad de habilidades que lleva a la renta económica de la habilidad, no es una causa seria de alarma incluso para el más férreo opositor a la usuar, ya que por su naturaleza no puede causar otras desigualdades más graves.

Tercero está el monopolio arancelario, que consiste en alentar la producción a precios altos y bajo condiciones no favorables al imponer tarifas a aquellos que producen a bajos precios y bajo condiciones favorables. El mal al que este monopolio da lugar sería mejor llamado malusura que usura, porque obliga a los obrero a pagar, no por el uso del capital, sino por el mal uso del capital. La abolición de este monopolio resultaría en una gran reducción en los precios de todos los artículos impuestos y este ahorro del obrero que consume estos productos sería un paso más a asegurar que este reciba su salario natural, toda su producción. Proudhon admitía, sin embargo, que abolir este monopolio antes de abolir el monopolio del dinero sería una política cruel y con resultados desastrosos. Primero, porque el mal de la escasez del dinero, creada por el monopolio monetario, sería intensificada por el flujo del dinero fuera del país donde las importaciones superaran las exportaciones, y, segundo, porque la fracción de obreros de un país que trabajan en industrias protegidas serían desempleados y tendrían que enfrentarse a la hambruna sin el beneficio del incremento en la demanda de mano de obra que un sistema monetario libre daría. El comercio libre de dinero en casa, que haría el dinero y trabajo abundantes, Proudhon insistía, era una condición indispensable para el libre comercio con países extranjeros.

El cuarto, el monopolio de patente, que consiste en proteger a los inventores y autores de la competición por un periodo de tiempo lo suficientemente largo como para que puedan extraer de su trabajo una recompensa enormemente mayor que el trabajo que debieron hacer. En otro palabras, se da a ciertas personas un derecho a la propiedad por un termino de años en leyes y hechos de la Naturaleza, y el poder de pedir tributo a todos aquellos que usen esta riqueza natural, que debería estar abierta a todos. La abolición de este monopolio daría un miedo a la competición enorme a sus beneficiarios actuales, que los llevaría a estar satisfechos con una paga por sus servicios igual a la paga que otros obreros reciben por la suya, y a asegurarse un lugar en el mercado al poner sus obras en el mercado a un precio lo más bajo posible, haciendo así su empresa tan atractiva para los competidores como cualquier otra.

El desarrollo de un programa económico que consista en la destrucción de estos monopolios y la sustitución de estos por una competición libre llevó a estos autores a darse cuenta de que todos sus pensamientos se basaban en un principio fundamental: la libertad del individuo,; su derecho a ser soberano de sí mismo, sus productos, y sus asuntos; y el derecho de rebelarse en contra los dictámenes de una autoridad externa. Así como la idea de expropiar el capital de los individuos y dárselo al gobierno fue la patada inicial que llevó a Marx a un camino en el que se llevó a hacer el gobierno todo y el individuo nada, la idea de quitarle el capital a los monopolios protegidos por el gobierno y ponerlo al alcanza de todos fue lo que llevó a Wárren y Proudhon al camino en el que terminaron llevando al individuo ser todo y el gobierno nada. Si el individuo tiene el derecho a gobernarse a sí mismo, todo gobierno externo es tiranía. He ahí la necesidad de abolir al Estado. Esa fue la conclusión lógica a la que Warren y Proudhon se vieron forzados a llegar, y se convirtió en el artículo fundamental de su filosofía política. Es la doctrina que Proudhon llamó Anarquismo, una palabra derivada del griego, y que no significa necesariamente ausencia de orden, como es generalmente entendida, sino ausencia de reglas. Los anarquistas son simplemente demócratas jeffersonianos sin miedo. Creen que “el mejor gobierno es aquél que gobierna menos”, y que el gobierno que gobierna menos es el que no existe. Incluso la simple función policial de proteger personas y propiedades se le niega a los gobiernos soportados por impuestos obligatorios. La protección es necesaria, dicen, pero debería ser voluntaria, como una cooperativa de defensa propia o como un servicio que debe ser comprado, como cualquier otro servicio, a aquellos que ofrezcan la mejor protección al menor precio. Desde sus puntos de vista, es una invasión al individuo obligarlo a pagar por o sufrir una protección contra una invasión que el no ha pedido o quizás ni siquiera desea. Y dicen algo incluso más osado: la protección se va a convertir en una droga en el mercado, una vez que la pobreza y, por ende, el crimen, hayan desaparecido de la puesta en práctica de sus principios económicos. Los impuestos son, para ellos, el alimento básico de los monopolios y una resistencia pasiva, pero organizada, a la recolección de impuestos sería una de las maneras más efectivas de llevar a cabo sus propósitos, cuando sea el momento.

Su actitud en cuanto a este problema es clave al a hora de entender su su actitud en todos los otros problemas de naturaleza política o social. En religión son ateos en conjunto con sus otras opiniones, ya que ven a la autoridad divina y a la moral religiosa como una de los mayores pretextos usados por las clases privilegiadas para ejercer la autoridad. “Si Dios existe”, dijo Proudhon, “es el enemigo del hombre”. Y en contraste con el famoso dicho de Voltaire, el gran Nihilista Ruso, Mikhail Bakunin, dijo lo contrario: “Si Dios existiese, sería necesario abolirlo”. Pero aunque ven a la jerarquía divina como contrapuesto a la anarquía, y aunque no crean en ella, los anarquistas creen firmemente en la libertad de creer. Se oponen terminantemente a cualquier negación de la libertad religiosa.

Afirmando así el derecho de cada individuo de ser o seleccionar su propio cura, así también afirman el derecho de cada uno de elegir o ser su propio doctor. No a los monopolios religiosos, no a los monopolios medicinales. Competición siempre y en todos lados: tanto los consejos espirituales como los medicinales deben sostenerse o caer por sus propios méritos. Y no solo en medicina, en cuanto a higiene también se debe seguir el principio de la libertad. El individuo puede decidir por si mismo no solo qué hacer para ponerse bien, sino qué hacer para seguir bien. Ningún poder externo debe dictarle que debe o no debe comer, tomar, usar o hacer.

El esquema anarquista tampoco contempla imponer algún código moral a los individuos. "Ocúpate de lo tuyo" es la única ley moral. Interferir con los asuntos de los demás es un crímen y es el único crimen, y como tal debe ser resistido. Siguiendo con esta lógica, los anarquistas ven en los intentos de suprimir vicios arbitrarios un crimen en sí mismo. Creen que la libertad y el resultante bienestar social serán una cura para todos los vicios. Pero reconocen el derecho del borracho, del jugador, del inmoral y de la ramera a vivir sus vidas hasta que decidan libremente abandonarlas.

En cuanto a la manutención y crianza de niños, los anarquistas no instituirían la guardería comunista que los socialistas de estado apoyan. El maestro y el profesor, así como el doctor y el cura, deben ser seleccionados voluntariamente, y sus servicios deben ser pagados por aquellos que los requieran. Los derechos parentales no deben ser quitados, y las responsabilidades no deben ser impuesta a otros.

Incluso en el delicado tema de la relación entre los sexos el anarquista no rechaza la aplicación de su principio. Asumen y defienden el derecho de todo hombre y mujer a amarse por tanto tiempo o tan poco tiempo como quiera o puedan. Para el anarquismo, tanto el matrimonio legal y el divorcio legal son absurdos. El anarquista anticipa una época en donde cada individuo, ya sea hombre o mujer, sea independiente, y donde todos tengan un hogar para sí mismo, ya sea en una habitación en una casa compartida o una casa propia, donde las relaciones entre estos individuos independientes sean tan variadas como las mismas inclinaciones personales y donde los niños nacidos de estas relaciones pertenezcan exclusivamente a las madres hasta ser suficientemente grandes como para pertenecerse a sí mismos.

Esas son las principales características del ideal social anarquista. Hay muchísimas opiniones sobre como se debería intentar obtenerlo. El tiempo me impide tratar ese tema aquí. Simplemente quiero llamar la atención al hecho de que este es un ideal completamente inconsistente con aquél que los comunistas que se llaman anarquistas promueven, cuando en realidad simplemente favorecen un régimen "anarquista" tan despótico como los socialistas de estado. Los anarquistas creen en la libertad come medio y como objetivo, y son hostiles a todo lo que le sea antagonista.

No voy a intentar resumir todo este asunto del socialismo de estado desde el punto de vista del anarquismo, ya que la tarea ya ha sido hecha por el brillante periodista e historiador francés Ernest Lesigne, en forma de crudas comparaciones. Espero que leerla como conclusión profundice los conceptos que he intentado explicar:

Hay dos Socialismos,
Uno es comunista, el otro solidario.
Uno es dictatorial, el otro libertario.
Uno es metafísico, el otro positivo.
Uno es dogmático, el otro físico.
Uno es emocional, el otro científico.
Uno es destructivo, el otro constructivo.
Ambos buscan el mayor bienestar común.
Uno busca la felicidad para todos, el otro permitir a cada uno ser feliz a su manera.
El primero ve al Estado como a la sociedad misma, formado por una esencia especial, el producto de una suerte de derecho divido fuera y por encima de toda sociedad, con derechos especiales y capaz de pedir obediencias especiales; el segundo considera al Estado como una simple asociación, generalmente manejada peor que las demás.
El primero proclama la soberanía del Estado, el otro no reconoce ninguna soberanía.
Uno desea que todos los monopolios sean del Estado, el otro la abolición de todos los monopolios.
Uno desea que la clase gobernada se vuela la clase gobernante, el otro desea la desaparición de las clases.
El primero considera a la revolución como un agente inevitable de la evolución, el segundo que solo la represión lleva las evoluciones a las revoluciones.
El primero tiene fe en los cataclismos.
El segundo sabe que el progreso social va a estar dado por la suma de los esfuerzos individuales.
Ambos entienden que estamos entrando en una nueva fase histórica.
Uno desea que no haya nada más que proletarios.
El otro desea que no haya más proletarios.
El primero desea quitarle todo a todos.
El segundo desea dejar a cada uno en posesión de lo suyo.
El primero quiere expropiarle a todos.
El otro quiere que todos sean propietarios.
El primero dice: "Haz como el gobierno desea que hagas"
El segundo dice: "Haz como quieras hacer"
El primero amenaza con despotismo.
El segundo promete libertad.
El primero hace al ciudadano sujeto del Estado.
El segundo hace al Estado un empleado del ciudadano.
Uno proclama que el sufrimiento obrero es necesario para el nacimiento de un nuevo mundo.
El otro que el progreso de verdad no causará ningún sufrimiento.
El primero confía en la guerra social.
El segundo en los trabajos de la paz.
Uno aspira a comandar, a regular, a legislar.
El otro desea reducir al mínimo el comando, la regulación y la legislación.
Uno sería seguido por la más atroz de las reacciones.
El otro abre horizontes ilimitados de progreso.
El primero fallará, el otro triunfará.
Ambos desean igualdad.
Uno bajando cabezas que están muy altas.
El otro levantando las cabezas que están muy bajas.
Uno imagina la igualdad bajo un yunque común.
El otro asegurará igualdad y libertad.
Uno es intolerante, el otro tolerante.
Uno da miedo, el otro da seguridad.
El primero busca instruir a todos.
El segundo quiere que todos se puedan instruir a sí mismos.
El primero quiere soportar a todos.
El segundo quiere que todos puedan soportarse a sí mismos.
Uno dice:
La tierra al Estado.
Las minas al Estado.
Las herramientas al Estado.
La producción al estado.
El otro dice:
La tierra al agricultor.
Las minas al minero.
Las herramientas al obrero.
La producción al productor.
Solo existen estos dos socialismos.
Uno es la infancia del socialismo, el otro es su madurez.
Uno ya es el pasado, el otro es el futuro.
Uno va a dar lugar al otro.
Hoy cada uno de nosotros debe elegir uno o el otro de estos
dos socialismo, o confesar que no es socialista.

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